La Prioridad Ineludible: Cuando la Obra de Dios Supera Nuestro Dolor
Mateo 14: La lección de los vientos contrarios y el avance imparable
Es una inmensa bendición reunirnos cada domingo, no importa la latitud ni el país. Hay una verdad que nos une a todos en la fe: donde dos o tres están congregados en Su nombre, Él está en medio de ellos. Esta presencia no es solo consuelo, sino también una fuente inagotable de fuerza y dirección en medio de las realidades de la vida.
En el capítulo 14 del Evangelio de Mateo, encontramos una serie de relatos poderosos que nos enseñan cómo Jesús maneja el dolor y cómo Su obra no se detiene a pesar de las adversidades que enfrentamos.
El Luto que No Detiene la Misión
El capítulo comienza con la trágica noticia de la muerte de Juan el Bautista, primo de Jesús. Cuando Jesús recibe esta dolorosa noticia, la Biblia registra:
«Al oírlo Jesús, se fue de allí en una barca a un lugar desierto y apartado. Cuando las multitudes lo supieron, lo siguieron a pie desde las ciudades.» (Mateo 14:13, NBLA).
Jesús buscó un lugar apartado para procesar su duelo por la pérdida de un familiar cercano. Él necesitaba su tiempo de luto, algo legítimo y humano. Pero al ver que la multitud lo había seguido, dice la Palabra que se compadeció de ellos. En lugar de anteponer su dolor, se puso de pie y comenzó a sanar a todos los enfermos.
Esta es una lección fundamental del Maestro: la obra de Dios no se detiene. A pesar de nuestro quebranto, de nuestra angustia, de la tristeza y la amargura que podamos estar atravesando, el propósito de Dios en nuestra vida tiene prioridad. Jesús nos enseña que, aun en el mayor dolor personal, la necesidad de las personas y la voluntad del Padre están por encima.
Satanás a menudo usa nuestros sentimientos y nuestro dolor para mantenernos paralizados en el servicio. Queremos dejar de servir, de orar por otros o de activar el don que Dios nos dio porque «nos duele» o «estamos tristes». Pero el Espíritu Santo nos dice hoy: ¡Vuelve a activarte! No dejes de servir, de orar por el enfermo o de predicarle al perdido. Tus sentimientos no pueden ser el freno de tu asignación divina.
Los Vientos Contrarios Solo Azotan a Quienes Reman
Después de sanar a la multitud y alimentarlos milagrosamente (la segunda historia del capítulo 14), Jesús le da una instrucción clara a sus discípulos:
«En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.» (Mateo 14:22, RVR1960).
Los discípulos obedecen y se dirigen al otro lado. Es en medio de esta obediencia que se desata una tormenta:
«Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.» (Mateo 14:24, RVR1960).
El viento en contra no era un viento a favor; era una fuerza que los estancaba a pesar de todo su esfuerzo. Remaban y remaban con dedicación, pero no lograban avanzar. ¿Por qué les sucedió esto a quienes estaban obedeciendo una orden directa de Jesús?
Esta es la clave que debemos grabar en nuestro corazón: Las tormentas y el viento contrario solo golpean las barcas que están remando.
Si sientes que todo te cuesta, que la vida te pone dificultad tras dificultad, que tus proyectos se estancan y parece que vas contra la corriente, regocíjate. Los vientos contrarios solo se desatan sobre la vida de aquellos que han decidido obedecer la voz de Dios y avanzar en Su propósito. Quien no rema, quien no avanza en la voluntad de Dios, deja de ser una amenaza para el infierno. Si hay oposición, es señal de que vas en la dirección correcta.
Jesús Viene Caminando Sobre tu Dificultad
La tormenta era más grande que la fuerza de los discípulos. Era más grande que su experiencia como pescadores. El problema superaba su capacidad. Pero en la hora más oscura, cuando ya estaban agotados:
«Más a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.» (Mateo 14:25, RVR1960).
Lo que nos bendice es la actitud de los discípulos: aunque sabían que no tenían la fuerza para vencer la tormenta, ¡ellos seguían remando! Fue esa disposición de no rendirse lo que hizo que Jesús apareciera en escena.
La tormenta puede ser más grande que tu capacidad, tu dinero o tus talentos, pero jamás será más grande que tu Dios.
Fíjate en esto: Jesús no viene caminando junto a la barca, ni siquiera bajo el mar. Él viene caminando sobre las mismas olas y el mismo viento que detenían a los discípulos.
«Aquello que no te permite el avance, aquello que te ha mantenido estancado, Jesús lo tiene bajo sus pies.»
Tu trabajo es seguir remando en obediencia. El esfuerzo es un mandamiento. No te preocupes por lo imposible o por lo que te frena, porque lo que para ti ha sido un obstáculo insuperable, lo verás a los pies de Jesús.
Sigue remando. Tu obediencia y perseverancia son la señal que provoca la intervención del Rey de Reyes. Él tiene el control de cada tormenta y de cada permisología que te detiene. ¡Lo que Dios ha dicho para tu vida se cumplirá!
Reflexión Final: ¿Qué área de tu vida has dejado de «remar» porque el viento te parece demasiado contrario? Recuerda: aquellos que reman con fe, reciben la ayuda de Dios que camina sobre la dificultad.