Muchos cristianos creen que el ataque del enemigo es siempre frontal: guerra, escasez, enfermedad. Pero la estrategia más peligrosa de Satanás no es lo que él hace directamente… sino lo que te induce a hacer tú mismo. Esta predicación es una advertencia divina: cuidado con la incitación que lleva a decisiones que roban tu autoridad, tu paz, y tu bendición.
Satanás incitó a David a hacer un censo para medir su fuerza, su poder, su ejército… pero la motivación era el orgullo. ¡El enemigo no necesita atacarte si tú mismo te haces daño!
Frase clave: “Tú puedes hacerte más daño que todos los demonios del infierno juntos.”
Una decisión fuera del tiempo de Dios o tomada por orgullo puede tener consecuencias fatales. David era rey, tenía autoridad… pero ignoró la advertencia de Joab. Resultado: 70.000 hombres muertos.
Principio: Una mala decisión afecta a otros, no solo a ti.
El enemigo trabaja con:
Tus traumas
Tus carencias
Tus complejos
Tus inseguridades
Tus anhelos frustrados
Te seduce con pensamientos sutiles y falsos permisos para que tomes decisiones que parezcan buenas… pero son trampas.
Te hace creer que no habrá consecuencias.
Te lleva a justificar tus actos.
Te hace pensar que lo inmoral es aceptable.
Ejemplo: Gastar todo en vacaciones en diciembre, y en abril no tener para los útiles escolares. El pecado te empuja… tú decides.
La conciencia: Siempre hay una luz roja interna. ¡Escúchala!
Joab (la voz de advertencia): Dios siempre usa personas que te dirán: “¡No lo hagas!”
La Palabra de Dios: Si contradice la Escritura, no lo hagas.
Conocer tu debilidad: Identifica tu “tecla sensible”.
¿Te acerca o te aleja de Dios?: La decisión que te aleja de Dios nunca es buena.
No tomes decisiones en base a emociones.
No sigas voces humanas sin consultar a Dios.
No digas “me lo merezco” si eso te lleva a actuar sin sabiduría.
No tomes vacaciones de tu comunión con Dios.
La seducción te destruye lentamente; la convicción te salva.
Las malas decisiones te restan poder, autoridad y recurso.
Una mala decisión causa muerte, tristeza y destrucción en cadena.
Si no puedes evitarla, humíllate y arrepiéntete. Dios todavía te puede restaurar.