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Introducción

Hoy quiero hablarte de aquello que, por más errores que cometas, por más lejos que vayas o más hondo que caigas… jamás podrás perder. Te hablaré de “lo imperdible”: las cosas que el fuego no puede consumir, que ni tu peor decisión puede arrancar, y que Dios se ha encargado de preservar para restaurarte.

La parábola del hijo pródigo no tiene como protagonista al diablo ni al pecado, sino a un hijo que tomó malas decisiones y a un Padre que nunca dejó de amar. Este mensaje no se trata de lo que perdiste, sino de lo que no perdiste.

Dos Perspectivas

A. Las 7 cosas que el hijo pródigo perdió:

  1. La comunión con su padre – Dejó de tener intimidad y guía.

  2. Amigos y familia – La mala decisión lo dejó solo.

  3. Su reputación – Hoy lo seguimos llamando “el pródigo”.

  4. Sus principios morales – Se traicionó a sí mismo.

  5. Su tiempo – Tiempo que no volverá.

  6. Sus bienes y dinero – Lo malgastó todo.

  7. Su estatus – Pasó de heredero a cuidador de cerdos.

Pero… ese no es el centro del mensaje.

B. Las 7 cosas que el hijo pródigo no perdío:

  1. Su vida – Si estás vivo, todavía hay esperanza (Eclesiastés 9:4).

  2. Su voluntad – Aún podía decidir volver.

  3. Su posición de hijo – Nunca dejó de serlo, aunque creyó que sí.

  4. La oportunidad de crecer – Sus caídas lo hicieron madurar (de “téknon” a “huios”).

  5. Su fe – Creyó que si volvía, su padre lo recibiría.

  6. Su deseo de superación – Dijo: “no me quiero quedar aquí”.

  7. El amor y la gracia del padre – Su padre corrió a protegerlo, a restaurarlo, a abrazarlo.

Mensajes Claves
  • No es el diablo, son tus decisiones.

  • Dios siempre te deja con “algo” para levantarte (aceite, pan, un palo).

  • Mientras tengas vida, hay propósito.

  • Tu posición de hijo es eterna.

  • La fe es escudo. No la pierdas.

  • Nadie puede quitarte el deseo de avanzar.

  • El amor de tu Padre te cubrirá aun cuando merezcas castigo.

Conclusión

Tal vez perdiste todo… menos tu vida. Menos tu identidad. Menos tu fe. Y eso es suficiente para volver a empezar.

Hoy no estás aquí por casualidad. Dios te preservó la vida para esto. Para decirte: “te vas a levantar”. Volverás a ver renuevos. Volverás a ver frutos. Tu vida no termina en la pocilga, comienza cuando vuelves al Padre.

Predícatelo a ti mismo: ¡Viene lo nuevo!

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