Amada iglesia, hoy quiero hablarles de una verdad que atraviesa toda la Escritura: la bendición, la unción, la liberación y el poder de Dios vienen sobre aquellos que no se detienen. Muchos de nosotros hemos pasado por momentos donde sentimos que todo conspira para que dejemos de avanzar, que el cansancio, la indiferencia de otros o incluso el carácter humano de quienes nos guían nos frena. Pero hoy el Señor nos dice: “Sigue caminando, no te detengas”.
Pero la verdad es que Jesús ya vino a nuestro encuentro. El mismo Dios que restauró a aquel hombre quiere hoy restaurar tu vida.
Leíamos en 2 Reyes 2 la historia de Elías y Eliseo. Un día marcado por la urgencia: Elías sería arrebatado al cielo y Eliseo todavía no había recibido la unción. Tres veces Elías le dice: “Quédate aquí”. Y tres veces Eliseo responde: “Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré”.
¿Por qué? Porque Eliseo entendía algo: la unción viene para los perseverantes.
Elías parecía indiferente, pero Eliseo no se soltó. Y cuando el carro de fuego se llevó a Elías, el manto cayó sobre Eliseo. ¡La doble porción fue para el que no se detuvo!
La Biblia nos muestra otro ejemplo en los cuatro leprosos (2 Reyes 7). Estaban condenados: si se quedaban, morían de hambre; si iban al campamento enemigo, también podían morir. Pero decidieron moverse, avanzar, intentarlo. Y cuando comenzaron a caminar, Dios hizo sonar un ejército celestial. El enemigo huyó y ellos hallaron vida, provisión y libertad.
Hermano, la unción del Espíritu Santo es la que pudre el yugo (Isaías 10:27). Pero ese aceite se produce mientras el buey camina, mientras trabaja, mientras suda. En otras palabras: la liberación llega cuando tú avanzas en la dirección de la voluntad de Dios.
Hoy el Señor nos dice: “No te detengas”.
No importa si otros no creen, si las fuerzas escasean, si el camino parece largo. El manto de Eliseo, la victoria sobre los enemigos, la libertad de todo yugo… todo eso está del otro lado de tu perseverancia.
El nivel de tu bendición está ligado al nivel en que caminas en la voluntad de Dios. Así que, iglesia, levantémonos, avancemos y no permitamos que nada ni nadie nos paralice. Porque mientras tú caminas, la mano de Dios se mueve a tu favor.
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